martes, 20 de enero de 2009

ED//Pablo Sebastián:El discurso moral de Obama

ED//Pablo Sebastián:El discurso moral de Obama
El discurso moral de Obama

Pablo Sebastián


El discurso presidencial de Barak H. Obama fue una alocución un tanto fría, como la temperatura que soportaban los dos millones de americanos que inundaban la explanada del Capitolio de Washington, pero calurosa en la firmeza política y moral de su contenido y en la emoción que embargaba a los allí presentes, sabedores de ser testigos del histórico momento de la llegada a la Casa Blanca del primer presidente negro de Estados Unidos, el que, además, es una persona fascinante y, hasta el momento, tocada por la mano de los dioses.

El presidente sabía que estos tiempos difíciles "de nubarrones y furiosas tormentas" no son propicios para la lírica que algunos esperaban, pero sí para sacar fuerzas de los valores y principios de los padres fundadores de Estados Unidos, abordando sin reparo los dos grandes problemas a los que se enfrenta, las guerras en curso y la crisis económica, de los que dijo: "Rechazamos la falsa elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales"; y "sin vigilancia el mercado puede descontrolarse".

Aquí están la filosofía y la diferencia de la nueva presidencia americana con los pasados años de George W. Bush y de sus neocons, y los pilares morales y políticos sobre los que el presidente Obama piensa construir la paz y la recuperación de la crisis económica, haciendo un llamamiento a la responsabilidad y el esfuerzo del pueblo norteamericano, para que le ayuden en su caminar diciendo: "El mundo ha cambiado, y nosotros tenemos que cambiar con él".

Situó Obama la causa de la crisis económica en la locura de "la codicia", la "irresponsabilidad de algunos" y en "el fracaso colectivo de todos a la hora de preparar la nación para una nueva era", lo que según Obama ha dañado seriamente "la confianza". Pero el nuevo presidente prometió hacer frente a los desafíos que tiene ante sí, para lo que hizo un llamamiento a la unidad -como alguien debería hacerlo en España- diciendo: "Hoy hemos venido a proclamar el final de los dogmas caducos y de las quejas mezquinas que, durante demasiado tiempo, han estrangulado nuestra política". Y añadió: "Lo que no entienden los cínicos es que el terreno que pisan ha cambiado y que los argumentos políticos estériles ya no sirven".

Un sonoro silencio y la visible emoción en las caras de los allí congregados amparaba el discurso claro y decidido del primer tribuno de América, quien recordó el poderío de su país -"somos la nación más poderosa de la tierra"- al tiempo que exigía la eficacia del Gobierno y recodaba los principios de los fundadores de la nación proclamando "el imperio de la ley, la defensa de los Derechos Humanos" y asegurando que "la seguridad emana de la Justicia". Todo un aldabonazo a la era Bush, de guerras ilegales y torturas en Guantánamo.

Y, con ello, dando también Obama un aviso sobre los modales con los que abordará las dos guerras en curso, prometiendo una "retirada razonable" de Iraq y la búsqueda de la "paz ganada en Afganistán". Sin descartar abrir el diálogo con Irán "para reducir la amenaza nuclear", e incluso con Cuba, a cuyos gobernantes vino a decir que él "está dispuesto a tender la mano si ellos están dispuestos a abrir el puño". Advirtiendo, de paso, al fanatismo de los islamistas y a los terroristas que no podrán sobrevivir y los derrotará, a la vez que dejaba abierta, por otra parte, la puerta para un entendimiento con el mundo musulmán.

También habló Obama de la importancia de las relaciones con sus aliados de Occidente, a los que pidió que colaboren a la hora de ayudar, de manera decidida, a las naciones más pobres del planeta.

El discurso de Obama ha sido, pues, un discurso progresista y de profundas raíces democráticas. Las que, vistas desde España, producen admiración y una sana envidia cuando, siguiendo el histórico espectáculo por televisión, hemos podido recordar la grandeza de la democracia norteamericana, país donde los ciudadanos eligen directamente a su presidente y todos los cargos públicos del país, algo que nos está vedado en España, donde los electores delegan sus votos en las siglas y aparatos de los partidos, que luego acaban secuestrando la sagrada voluntad popular.

El voto directo, la separación de los poderes del Estado, la excelencia y la preparación de los gobernantes -sometidos a exámenes previos antes de asumir su mandato- y la garantía de la libertad de información y expresión son los pilares insustituibles de una democracia como la norteamericana. Y esto -que no existe en España- permitió el triunfo de Obama, a quien, sin duda, esperan grandes dificultades a las que el presidente prometió hacer frente al tiempo que reclamaba la recuperación de los valores que han alentado toda la historia de este gran país: "Trabajo duro, la honestidad, la valentía, juego limpio, tolerancia, curiosidad, lealtad y patriotismo". Lo que en definitiva ha permitido que una persona como él, hijo de un hombre al que no servían en los restaurantes por ser negro -como lo recordó ayer-, haya llegado a la presidencia del país más poderoso de la Tierra. Y además con el compromiso de liderar un tiempo nuevo, para una nueva era.

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