lunes, 14 de julio de 2008

Estrella Digital 15/07/2008 - OPINIÓN: FAES, la cocina o el búnker del PP por Pablo Sebastián

Estrella Digital 15/07/2008 - OPINIÓN: FAES, la cocina o el búnker del PP por Pablo Sebastián
Las últimas intervenciones políticas del presidente de FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), José María Aznar, antes, durante y después del congreso valenciano del Partido Popular, han estado marcadas por una extrema dureza, en las formas y en el fondo de los discursos, nadie sabe bien con qué objetivo o intención, aunque el resultado no ha sido otro que el de situar al propio Aznar como virtual líder del sector crítico del PP, una vez que ni Esperanza Aguirre ni Juan Costa se atrevieran a presentar su candidatura al liderazgo del partido, aunque no perdieron la oportunidad de atacar a Mariano Rajoy, único candidato y vencedor del citado congreso, con un 84 por ciento de los votos emitidos.
Qué Aznar haya hecho lo que hizo desde su propia responsabilidad política es algo que sólo a él le compete. Pero su actuación, desde la presidencia de honor del PP y desde la presidencia de FAES, que es una fundación que en mucho depende del Partido Popular, y sin que Aznar decidiera presentar su candidatura o apoyar otra alternativa, es algo tan incompresible como poco presentable, por no decir muy desleal. No en vano sólo pretendía causar el mayor daño posible a su partido, en aras de misteriosos principios y valores que, según Aznar, habrían sido traicionados por la nueva dirección del PP, al mismo tiempo que marginados los “mejores del partido”, que para el ex presidente del Gobierno son Acebes, Zaplana y San Gil. Mejores ¿en qué y en comparación con quién?

Con generosos modales y sin renunciar a nada de lo aprobado en Valencia, Rajoy acudió al Campus conservador —y sin voces críticas— de FAES, y se dejó oír repitiendo lo dicho en la capital del Turia y en clara confrontación con las malévolas e insidiosas declaraciones de Aznar. Quien, por cierto, se ha hecho con todo esto más daño a sí mismo que al PP, y ha provocado una pérdida de confianza y de respeto entre sus dirigentes y militantes del partido. Desde el presidente fundador, Manuel Fraga —que le ha pedido que cumpla su promesa de abandonar la política—, hasta los militantes de base, y no digamos la gran mayoría de los votantes.

Y, no sólo por los malos modales y el discurso bronco de Aznar, sino porque todos ellos saben que fue el ex presidente del Gobierno quien tiró por la borda, con sus graves errores políticos y personales, la mayoría absoluta que el PP alcanzó en el año 2000, gracias, y justo es reconocérselo, por la buena gestión que Aznar hizo del Gobierno durante su primera legislatura, sumada a la crisis de liderazgo del PSOE —con tres secretarios generales en poco tiempo— y a la bonanza de la economía española e internacional.

Ahora bien, esta ruidosa revuelta de Aznar contra Rajoy ha conseguido lo contrario de lo que pretendía, y al final —algunos nunca saben para quién trabajan— y sumada a las ruidosas campañas que, contra el nuevo PP, han lanzado El Mundo y la COPE, han acabado certificando el viaje al centro del partido, como lo han reconocido desde la izquierda y los nacionalistas.

Un viaje al centro que era necesario, sobre todo en las formas, al que debe sumarse FAES con positiva actitud si, de verdad, quiere ayudar y colaborar con el PP en el campo del análisis de coyuntura y de las ideas. A no ser que la Fundación sea un club exclusivo de Aznar y de sus viajes y negocios de corte privado o empresarial, revestido de un dogmatismo ancestral que les permite presentarse como únicos enemigos del terrorismo y defensores de sus víctimas, como paladines de políticas neoconservadoras, económicas, de seguridad y de relaciones internacionales (siempre al servicio ciego de Estados Unidos), y como abanderados de una derecha confesional y, en no pocas cuestiones, socialmente trasnochada y muy alejada de la juventud y las nuevas tendencias y realidad de nuestro tiempo.

Lo que ha convertido a FAES en el búnker del PP, en vez de su cocina de ideas avanzadas y modernas, capaces de colaborar con su partido matriz en pos de una victoria electoral que nunca será posible si permanentemente se cuestiona el liderazgo de Rajoy y queda en entredicho la unidad.

Ni siquiera en la estrategia acierta Aznar cuando propone, como si fuera un hallazgo, eso de “primero ganar y luego pactar” (con los nacionalistas, se entiende), que es lo que hizo él engañando a sus votantes y militantes para conseguir, a cualquier precio —¿dónde estaban los principios y los valores?—, la investidura presidencial. Renunciando a la regeneración democrática y pactando con Arzalluz y Pujol concesiones importantes como la inmersión lingüística en Cataluña (base del actual deterioro), o tirando por la ventana a Vidal-Quadras (¿acaso no era el mejor en Cataluña?), regalando el borrón y cuenta nueva a la corrupción y el GAL del felipismo, maltratando a los periodistas (para acabar ayudando a Jesús Polanco en Sogecable y rodearse de mediocres y obedientes funcionarios, muchos procedentes del PSOE, en RTVE), jueces y fiscales (“la chica fuera”, por la fiscal Márquez de Prado), que habían colaborado, con la ayuda de IU en tiempos de Anguita, en el fin del felipismo, etcétera, etcétera. Y sin perder de vista la cultura del pelotazo y las stocks options de los amigotes desembarcados en las empresas que se privatizaron del Estado.

Esto fue el principio del desembarco de Aznar. Luego vino, en la segunda legislatura, su “napoleónica” decisión de anunciar su salida del poder, y la boda imperial. La ceguera del Prestige y la colección de mentiras sobre la huelga general, la triunfalista campaña electoral vasca del 2001 de la mano de otro de sus “mejores”, el inefable Mayor Oreja, y las otras mentiras de la guerra de Iraq y de la autoría de los atentados del 11-M, que facilitaron la victoria del PSOE. Sin olvidar, en todo esto, el dedazo nada democrático en la nominación de Rajoy —a quien ahora compara con Hernández Mancha— y su bronco empeño en mantener la agresividad y sus errores durante toda la legislatura pasada, donde no ha dejado de entrometerse en la vida del PP, a través de sus fieles Acebes y Zaplana y desde la desmedida y enloquecida ambición de Esperanza Aguirre, que podría convertirse en su nuevo juguete para desestabilizar el PP, a favor de Zapatero y de su estancia en el poder.

Es verdad que, bajo el mandato de Aznar y sus gobiernos se hicieron muchas cosas bien y se consiguieron logros importantes. Los que, luego, por una incompresible soberbia y ceguera, se han tirado tontamente por la borda, con el argumento tan liviano como falaz de “la derecha sin complejos”. Olvidando algo tan sencillo y tan veraz como que fue, precisamente bajo el mandato de Aznar y con un Gobierno moderado y dialogante, cuando la derecha española consiguió la primera mayoría absoluta de la historia de España. Lo que obliga a la más razonable de las preguntas: ¿por qué se cambió el modelo si gobernando bien se consiguió una mayoría absoluta para gobernar? Pues porque Aznar se dijo aquello de “voy a ser yo”, y se olvidó de todo y de todos los demás. Como lo sigue haciendo ahora, en vez de rectificar y de ayudar a su partido para que, en las graves circunstancias económicas y sociales, y de daño a la identidad y cohesión nacional, el PP consiga gobernar.

No hay comentarios: