martes, 11 de marzo de 2008

Estrella Digital 12/03/2008 - OPINIÓN: Rajoy se enroca y se equivoca por Pablo Sebastián

Estrella Digital 12/03/2008 - OPINIÓN: Rajoy se enroca y se equivoca por Pablo SebastiánRajoy se enroca y se equivoca


Pablo Sebastián
Mariano Rajoy pretende seguir en la Presidencia del PP y ha enseñado sus cartas, poniendo al descubierto su demencial ambición y el objetivo final de su rechazo a que Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre figuraran en la lista del PP por Madrid al Congreso de los Diputados. Rajoy quería seguir en la Presidencia del partido, sin competidores con acta de diputado, y meciéndose alegremente como líder de la oposición, pasara lo que pasara en las elecciones generales, en las que fue severamente derrotado por José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de los muchos errores del líder del PSOE, que mantiene con el PP la misma distancia en escaños que tenía en el 2004, mientras ha mejorado su posición hasta quedarse a sólo siete diputados de la mayoría absoluta.
Con el pobre argumento de que mejoró, en votos y escaños, su fracaso del 2004, Rajoy ha puesto su ambición personal y ceguera política por delante de los intereses del PP. Se niega a reconocer su flagrante derrota, cree que los dirigentes y las bases de su partido lo adoran, y que los diez millones de votos (muchos de los cuales no votaron por él sino contra Zapatero) de los pasados comicios son, personalmente, suyos. Y para camuflar semejante espejismo, a ver si por arte de magia se convierte en realidad, Rajoy ha organizado una encerrona a sus adversarios en el Comité Ejecutivo del PP, donde los barones del partido —los unos indignados con la impaciencia de Aguirre y los otros jaleados por el tapado Núñez Feijóo, al frente de la clac— le ofrecieron un aplauso compasivo de unidad y de apoyo, que ya veremos lo que dura.

En suma, un disparate y una cadena de errores a los que, muy difícilmente, Rajoy podrá sobrevivir de aquí al anunciado congreso del PP del mes de junio, por más que crea controlar —amparado en estatutos y la organización del partido— el citado congreso popular. Sin ni siquiera imaginar que, en la base y entre los notorios dirigentes del PP, su pretensión de permanecer en la presidencia del partido habrá causado más estupor que ilusión por mucha lástima que haya suscitado su segunda derrota y aquel tierno abrazo, en el balcón de los suspiros, con el que su esposa, doña Elvira, parecía decirle: “Mariano, déjalo ya”.

Para empezar, y una vez ninguneados en público por Rajoy, el secretario general, Acebes, y el portavoz en el Congreso, Zaplana, deberían anunciar de manera inmediata su irrevocable dimisión, obligando a Rajoy a dar la cara y enseñar los nombres de ese misterioso gran equipo que dice, ahora, que desvelará un día antes de celebrarse la votación del congreso del PP para la elección del líder, lo que es el colmo de su desvarío y del desprecio que siente por los demás. Entre otras cosas, porque el famoso equipo de Rajoy es de todos bien conocido y está a la sopa boba y el doble sueldo del escaño de diputado y de los cargos del PP. Pero todo apunta que estos dos no se moverán porque Aznar pudo haber intervenido para evitar, contra lo que Rajoy pretendía, su sustitución inmediata por Pío García Escudero (en la Secretaría General) y Soraya Sáenz de Santamaría (como portavoz del Congreso).

Si Gallardón fuera coherente con la reflexión que prometió, debería dejar la Alcaldía de Madrid y la militancia del PP, lo antes posible, si no quiere demostrar que su liderazgo es comparable a aquellos tanques italianos de los que se mofó Helmut Schmidt cuando dijo que tenían “una marcha hacia delante y cuatro marchas atrás”. Porque la ausencia de autocrítica de Rajoy, su discurso de la dulce derrota, y su proyecto irrealista y ultraconservador, que el empecinado líder del PP promete mantener durante los próximos cuatro años, son motivos más que suficientes para salir huyendo de este partido. Por más que piense Gallardón, como lo está pensando Aguirre, que todavía tendrá una oportunidad de lograr el liderazgo del PP en el congreso de junio.

Desde luego, la que no se va a callar —a no ser que la amordacen, o decida aplazar su embestida hasta mejor ocasión— será Esperanza Aguirre, que, una vez abierta la carrera por el control del PP y cuando se acabe la aparente euforia del Comité Ejecutivo, denunciará sin ambages la autocomplacencia de Rajoy con la derrota y le exigirá responsabilidades por el sonoro fracaso electoral. Y hará bien Aguirre en hablar, quitándose de una vez la máscara y anunciando, por fin, su candidatura a la Presidencia del PP y del Gobierno de España.

Estamos, pues, ante una empanada gallega de Rajoy que hará de pan para hoy y hambruna de ideas y liderazgo para mañana, y que no va a solucionar la crisis ideológica y de liderazgo del PP. Menos aún presumiendo Rajoy, como hizo ayer, de que Aznar ya no influye en el partido, lo que son ganas de negar la realidad y de provocar las malas pulgas del ex presidente del Gobierno, que sí conoce, como otros, cuál ha sido el verdadero alcance de la derrota de Rajoy. Un Aznar cuyo favor, seguramente, se lo disputarán tanto Aguirre como Gallardón (si el alcalde insiste en continuar en carrera) y que está en deuda con Rato, de la misma manera que mantiene con Pizarro una excelente relación.

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