domingo, 14 de septiembre de 2008

Estrella Digital 13/09/2008 - OPINIÓN: Un Gobierno sin rumbo por Manuel Martín Ferrand

Estrella Digital 13/09/2008 - OPINIÓN: Un Gobierno sin rumbo por Manuel Martín Ferrand
Un Gobierno sin rumbo


Manuel Martín Ferrand
“...aunque mováis más brazos que los
del gigante Briareo, me lo habéis de pagar”
(Miguel de Cervantes*)


“¿Qué es un buen Gobierno?”, le preguntaron a Winston Churchill cuando, en los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, fue nombrado primer lord del Almirantazgo. “Es aquel —respondió— que actúa según su responsabilidad y conciencia y sin caer en la tentación de utilizar sus decisiones con fines electorales”. Es decir, un buen Gobierno es el que hace lo que debe. Ello presenta una gran dificultad técnica que, en el caso de José Luis Rodríguez Zapatero, parece insuperable. Para hacer lo que se debe es preciso conocer lo que se debe hacer, y eso es mucho pedirle a una cabecita sonriente, políticamente hueca, sentimentalmente cuajada de resentimientos y programada para sostenerse en el poder.



¿Dónde quiere llegar Zapatero?. No creo que ni él mismo lo tenga claro. El líder socialista quiso llegar —sí es que realmente ése fue su proyecto— a la Moncloa y, ya instalado en ella, lo único que parece pretender es continuar. Su propia biografía lo demuestra. El de León se sentó en el Congreso de los Diputados en 1986, cuando sólo tenía 26 años de edad, y allí permaneció, calentando su propio escaño, sin que ningún observador reparase en su existencia, hasta que en el 2000 se convirtió en líder de la oposición. Posiblemente más por un error táctico de José Bono, que le disputaba el puesto, que por sus propios méritos. Después, las circunstancias le convirtieron en presidente del Gobierno de España y, tras no hacer nada de provecho en su primera legislatura, anda dando tumbos en lo que llevamos de la segunda.

Para no arrimarse a los problemas graves que nos afectan, lo que es tan exigible a los gobernantes como lo es a los toreros arrimarse al toro, Zapatero tiende a hablar de otras cosas. Es un maestro en las artes de la distracción. Ahora el país se enfrenta a una grave crisis económica que nos dejara maltrechos. No importa. El presidente del Gobierno llama “hipócritas” a quienes critican la Ley del Aborto o a los que encuentran improcedente y extemporáneo el impulso de Baltasar Garzón para abrir tumbas y contar muertos como forma de compensar el fracaso de la Ley de la Memoria Histórica.

El Gobierno no tiene rumbo, ni proyecto, y como dicen los viejos marinos, nunca sopla un buen viento para quien no sabe dónde va. Ni lo tiene ni lo quiere tener. Ahí está Celestino Corbacho, titular de Trabajo, que, con la torpeza de un novato y la sabiduría de quien sabe de lo que habla, propuso reducir la inmigración para, ante el aluvión de paro que se nos viene encima, haya más posibilidades de trabajo para los españoles y los inmigrantes que ya están entre nosotros. La vicepresidenta/guardaespaldas, María Teresa Fernández de la Vega, le sacó los colores en público a Corbacho por distraernos de las vaciedades con las que nos quiere entretener Zapatero.

Hasta Miguel Sebastián, el más fervoroso zapaterista de todo el Gabinete, se ha visto obligado a reforzar las palabras de Corbacho porque la bronca de De la Vega al ministro de Trabajo llegaba ya, en el súmmum del disparate, a explicar que lo redondo es cuadrado y que lo que nos afecta es aquello a lo que Zapatero alude en sus acostumbradas, y ya cansinas, naderías.



Zapatero, a diferencia con Don Quijote, no ve gigantes en donde hay molinos de viento. Dice verlos porque así disimula y espera que no se le adviertan ni su incapacidad ni su falta de decisión y proyecto. No es ésta la hora de jugar al joven progresista, la principal ocupación del líder, y bueno sería que, ya que él no parece darse cuenta, los veteranos de su partido, que los hay con espolones, le den una llamada de atención. Las circunstancias lo exigen. El Gobierno actual no es un buen Gobierno porque no hace lo que debe.

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(*) Palabras de Don Quijote (Parte I, capítulo VIII) cuando se dispone a atacar a los molinos.

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