domingo, 24 de agosto de 2008

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El equipo español, con la plata. (REUTERS)
23 de agosto.- Y por fin... ¡Vacaciones! Menudo alivio, ya ha terminado todo y hemos hecho los deberes, además, con buena nota. No esperábamos menos, después de un duro curso escolar de trabajo constante. Hemos obtenido recompensa y de qué manera: una plata para todo el equipo que sabe a gloria.

Ha sido algo brutal. Extraordinario. Una vez que estás en el podio se te vienen a la cabeza tantas cosas... Momentos de sufrimiento, agonía, malos ratos, esfuerzo, etc. Pero una vez ahí, en el cajón, todo ha merecido la pena; todo cobra sentido. Te sientes tan bien... Es algo indescriptible; aunque me gustaría, no se puede explicar. Es uno de los privilegios que tenemos los deportistas, incomparable a cualquier otra cosa.

Pensaréis que quizá no debería emocionarme tanto, porque ya he subido al podio en otras ocasiones. Pero no es así. Cada vez es distinto y siempre emocionante. Es sentirte en el limbo. Miraba a mi alrededor y veía a nuestras compañeras más jóvenes llorando con su primera medalla, que me ha recordado cuando yo conseguí mis primeros triunfos (ya hace mucho). En el lado opuesto estábamos las veteranas: tres con 31 años y una con 32. Pasan tantos recuerdos por la cabeza. Hemos vivido tantas cosas juntas. Es como el ocaso y el alba de dos generaciones que se funden en una. Lo comprendéis ya, ¿verdad?

Siento extenderme en estas sensaciones, pero es algo que es importante compartir y celebrar en compañía. Éste es un triunfo de todo el equipo, muy compartido, pero las emociones en el podio son las mismas que con el dúo. Lo hemos festejado con un brindis, pero ahora vamos a la Casa de España para celebrarlo a lo grande y como la ocasión lo requiere. Aún me acuerdo del jamón y del vino cuando conseguimos la plata en dúo. ¡Qué rico!

Pero la verdadera celebración llegará cuando estemos en casa. Ya estamos haciendo las maletas y deseando estar con los nuestros y compartirlo todo con ellos, porque esta plata es de todos. Esta vez me he podido escaquear un poco de los medios y he podido hablar con ellos tranquilamente, con lo que ya he transmitido mis agradecimientos.

Aunque ahora nos tocan unas merecidas vacaciones, el trabajo no está hecho del todo. Las rusas han hecho un ejercicio perfecto, con apenas un fallo de sincronización, y nosotras pretendemos acercarnos aún más a ellas. Hace cuatro años estábamos muy lejos de ellas y ahora estamos ahí. Hemos conseguido un milagro. Sólo tienen una ventaja notable en nivel técnico y en ejecución. La verdad es que son excepcionales y la historia las avala.

Pero hay algo en lo que no nos supera nadie: originalidad. Somos las únicas que innovamos. Como os prometí, el gorro de Lucrecia ha causado furor, así como el bañador (y eso que no nos dejaron utilizar el de las luces). Las demás rivales cuando nos ven pasar se ríen de nosotras, pero como diciendo: ¡Qué locas estáis! Casi con cierta envidia, diría yo. A nosotras nos gusta llamar así la atención y marcar un estilo. Es muy divertido y atrevido. Ponemos una nota de color a una disciplina tan rígida y tradicional. Estamos orgullosas de eso.

Sin embargo, por unos días vamos a olvidarnos de gorros, bañadores y sincronizaciones. Estamos ya de vacaciones y es tiempo de relax, de desconectar, de disfrutar y de asimilar el trabajo bien hecho. Aunque antes, lo celebraremos bien en casa. Ya os contaré.

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