ENTREVISTA: ALESSANDRO COSTACURTA Ex defensa del Milan
"Sacchi hasta nos prohibía reírnos"
ELEONORA GIOVIO - Madrid - 01/11/2010
Alessandro Costacurta (Varese, Italia; 1966) colgó las botas en mayo de 2007. Con 41 años y 663 partidos con la camiseta del Milan, equipo que recibe el miércoles al Madrid en la Champions. Le quedaba un último encuentro por disputar. Pidió al club que le prestara San Siro para organizar una pachanga de adiós con los amigos de siempre. "El carnicero, el tío de la gasolina, el de la gestoría, el panadero..., gente que ha crecido conmigo y nunca lo había pisado", explica el ex defensa.
Pregunta. ¿Qué ha hecho en los últimos tres años?
Respuesta. He intentado ser entrenador y ahora soy comentarista en Sky. Entrenar me encantaba, pero mi esposa viaja mucho por su trabajo y necesito estar con mi hijo, Achille, de 6 años. La tele me lo permite; ser entrenador, no.
P. ¿Pasa más rápido el tiempo cuando no se juega al fútbol?
R. Pasa mucho más lento. Me gusta. Un querido amigo, filósofo, dice que no hay nada más bonito que aburrirse. Tiene razón. He vivido sin tener tiempo para mí y me he transformado en una persona que busca aburrirse aunque no lo consiga.
P. ¿Qué veía de pequeño desde la ventana de su casa?
R. Vivía cerca del aeropuerto de Malpensa. Veía un campo de fútbol. Más que un campo, era una pradera. Nos inventamos unas porterías. Allí empezó todo.
P. ¿Siempre jugó de defensa?
R. La primera vez que fui a un equipo de verdad pedí jugar de libero. Con ocho años, creía que el libero era el que podía jugar de todo: delantero, medio, extremo, defensa... Y no; en realidad, era el último defensa. Lo había pedido ya, así que me aguanté, pero al principio no me gustaba nada.
P. Aguantó hasta los 41 años.
R. He tenido la suerte de no sufrir lesiones. Lo hablo a menudo con Paolo [Maldini]: a nuestros ligamentos cruzados nunca les ha pasado nada. También ayuda una vida controlada, no beber mucho y no fumar.
P. ¿En quién se fijaba de niño?
R. En Franco Baresi. Los jóvenes defensas del Milan adorábamos a Franco. Debutó en el primer equipo el año que yo entré en las categorías inferiores. Todos queríamos ser Baresi porque era joven, listo y tremendamente bueno. Se portaba de 10 con los pequeños. Siempre me quedaba viéndole entrenarse.
P. ¿Tassotti, Baresi, Maldini y usted se veían fuera del campo?
R. Yo salía y lo sigo haciendo ahora solo con Maldini. Tassotti y Baresi, en aquella época, estaban casados ya y nos llevaban siete años. Paolo y yo íbamos a ligar en las discotecas, pero ellos no podían seguir nuestro ritmo.
P. ¿Quién gritaba más?
R. Baresi. En realidad, éramos más de gritarnos en los entrenamientos. Con los automatismos que teníamos, sobraba hablar.
P. ¿Eso se trabaja o es natural?
R. Se trabaja. No hay otra manera de conseguirlo que los entrenamientos. [Arrigo] Sacchi creía mucho en eso. En los cinco primeros meses nos tenía allí una hora más al día a los cuatro.
P. ¿Qué hacían?
R. Colocaba a los delanteros y nos hacía repetir una y otra vez el fuera de juego. No paraba. Insistía en la protección del balón, en doblar el marcaje y apoyarse en el compañero más cercano.
P. ¿Era un pesado?
R. Sí. Sobre todo, al principio. Imagínese a jugadores de la calidad de Baresi y Maldini trabajando el más mínimo detalle día tras día. Era una situación difícil de entender para gente de ese calado. Estaban acostumbrados a parar al rival con la fuerza y el talento. No les hacía falta nada más. Vete tú a explicarle que hacían falta más cosas, como conseguir los automatismos. Llegó un momento en que lo entendimos... ¡Qué razón tenía!
P. ¿Cómo eran las concentraciones con él?
R. Muy pesadas. Exigía concentración desde el día antes. No quería ni que nos riéramos en las cenas. De alboroto, nada.
P. ¿Y con Fabio Capello?
R. Era más sencillo. Nos hacía reír. Quería concentración, pero solo una vez llegados al estadio. Hasta la entrada del vestuario podíamos reír y bromear. Con Sacchi eso no se podía hacer.
P. ¿Lo hablaron alguna vez?
R. Claro. Él estaba totalmente convencido y, muy a nuestro pesar, viendo los resultados, tenía razón. Con Sacchi y sus reglas ganamos jugando un fútbol bonito. Con Capello ganábamos, pero quizá no con un fútbol tan bello. Es complicado ahora ir a decirle a Sacchi: "Eras un loco y un pesado prohibiéndonos reír y bromear durante las comidas". Es difícil contestar a una idea ganadora.
P. Ha tenido entrenadores muy diferentes. Desde fuera, ¿cómo ve a José Mourinho y Pep Guardiola?
R. A Guardiola le veo como una persona que conduce de forma muy inteligente un equipo construido sobre la tradición. Le conocí, me cae bien, es simpático, educado. Si tengo que elegir entre los dos, me quedo con él. Pero me doy cuenta de que Guardiola conduce un coche quizá construido por otros. Mourinho, en cambio, de la nada construye equipos fantásticos. Es un ganador nato, más que Guardiola.
P. Hablando de tradición, ¿se ha perdido en el Milan?
R. Sí. Con el adiós de Maldini se ha perdido una manera de pensar. Nosotros formábamos parte de un grupo de italianos nacidos 20 años antes. Había una forma de pensar. Ciertas formas de comportarse eran una obligación, se cuidaban. Ahora, con la llegada de los brasileños, no tanto. Es todo un poco más simple.
P. ¿A qué se refiere?
R. Teníamos un horario que respetar. Si te pillaban en una discoteca a las tres de la madrugada, te quitaban la prima de la Liga. Lo tuve que hacer una vez. Le quité una parte de dinero a un compañero en la temporada 1999-2000, cuando ganamos la Liga. Me enteré de que se había ido de marcha.
P. ¿Por qué ya no hay jugadores bandera?
R. Maldini, Baresi y yo éramos de Milán. Era fácil quedarse en el equipo de tu ciudad, máxime si es el mejor del mundo. Más que los colores, sentíamos la familia. Por familia entiendo el club, el equipo, todo.
P. Zanetti no es de Milán, estuvo años sin ganar nada y decidió quedarse en el Inter... ¿Sería posible hoy día?
R. Sí. No es difícil sentir los colores de un equipo. Muchas veces no depende del jugador. En mis tiempos, si tenías una mala temporada, nadie te metía en el mercado. Aguantaban, te daban la posibilidad de mejorar. Ahora casi no se hace. Mire a Ibrahimovic. Yo creo que a él le gustaba Barcelona. Pero cuando un técnico dice "puede irse"... Pues se hace difícil. Me parece que las cosas van ahora muy rápidas.
P. ¿Ha visto muchas veces el vídeo del 5-0 al Madrid?
R. Un par de veces solo.
P. ¿Cómo eran Butragueño y Hugo Sánchez?
R. Para mí, han sido los primeros delanteros que jugaban en pareja. Estaban bien pegados, uno siempre por delante del otro. Eso se convirtió en una moda, pero fueron los primeros en hacerlo hace 20 años. Era difícil pararles.
P. ¿El delantero que le ha vuelto más loco?
R. Ronaldo cuando llegó al Inter. No he visto a otro igual.
P. Ha ganado cinco Copas de Europa. ¿La más especial?
R. La primera, porque en el Camp Nou había 90.000 hinchas del Milan. Es inolvidable el recorrido que nos llevó del hotel al estadio. La final contra la Juve, en cambio, la recuerdo por la tensión.
P. ¿Dónde acaban las botas?
R. Las mías, en la basura. Las utilizaba hasta más no poder. Kaká, por ejemplo, solía darlas a la beneficencia.
P. ¿A su hijo le gusta el fútbol?
R. ¡Qué va! Cuando le paso la pelota, la coge con la mano y busca una canasta. Confío en que termine jugando en el Barça de baloncesto.
P. Es un coleccionista de arte. ¿Tiene mucha en casa?
R. Cada vez que ganaba un título me compraba un cuadro. El último fue uno de Damien Hirst, una calavera, valorado en 30.000 euros.
P. ¿Algún futbolista que le cayera mal?
R. Materazzi y Hugo Sánchez. Este ultimo hacía cosas en el campo muy poco aceptables deportivamente. Era un provocador. Se tiraba, insultaba. Nunca me ha gustado.
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