lunes, 10 de marzo de 2008

ABC.es: opinion - firmas - La reválida

ABC.es: opinion - firmas - La reválidaLA derecha política española tendrá que hacerse mirar con sinceridad autocrítica por qué el peor Gobierno de la democracia, lastrado por un desgaste fruto de su temeridad, su aventurerismo y su insolvencia, ha podido pasar la reválida generando más confianza que su alternativa. Un Gobierno que ha pasteleado con los terroristas, que ha mentido y ocultado sus negociaciones, que ha desarmado como un mecano el modelo territorial del Estado, que ha devaluado el papel exterior de España, que ha cuestionado el concepto mismo de nación y que ha permitido que se le escape de las manos el control de la economía y de los precios, ha sido capaz de resistir el embate de la oposición, y hasta aumentar su respaldo, porque provoca menos rechazo en el conjunto de la ciudadanía. Como balance es desalentador; indica que nuestros compatriotas han preferido la certeza de una mala gobernanza a la incertidumbre de un cuestionado recambio.
Zapatero no ha cuajado su proyecto de aislar a la derecha arrinconándola en un gueto político, pero ha ganado el único pulso que le interesaba fagocitando con el voto útil a sus aliados y creciendo en una campaña planteada como un plebiscito sobre su propia figura. A Rajoy le ha faltado tiempo para cuajar su apuesta sensata de los últimos meses, o le han sobrado los dos años y medio en los que permitió que los elementos más retardatarios le marcasen las pautas y le secuestrasen el discurso. Su liderazgo débil le ha impedido mostrarse a sí mismo hasta que ya era demasiado tarde. Cercado por un pacto de hierro entre los nacionalistas y la izquierda, no ha podido rentabilizar los errores y desvaríos de un Gobierno lanzado por la pendiente rupturista. Podrá endulzar su derrota con un crecimiento tan objetivo como insuficiente, pero su empeño deja el amargo sinsabor de una doble frustración consecutiva.
Ha sido ésta una legislatura hosca y sin brillo, con líderes que se mueven entre la liviandad y el tedio, entre lo trivial y lo cansino, entre la banalidad y la aspereza. Ante un poder incompetente que no ha podido alcanzar ni uno solo de sus grandes objetivos, la oposición ha sido incapaz de levantar una oferta seductora. Resulta desesperanzador que toda la aventura de un salto al vacío haya causado menos recelo que la galbana ceñuda de una alternativa incapaz de salir de su propio cerco. Entre las músicas melifluas de la flauta de Hamelin y las trompetas apocalípticas del fin del mundo, nuestros compatriotas han preferido el son que menos les comprometía o menos les atemorizaba. Suele ocurrir, pero no cabe eludir responsabilidades; en la política democrática es obligatorio conocer al pueblo que da y quita razones.
Eso sí: la democracia no es un juego inocente en el que uno puede votar y lavarse las manos. Los ciudadanos son responsables de su elección al menos hasta que puedan revocarla. El resultado de ayer muestra que, pese a todos los pesares, el electorado no ha querido rectificarse a sí mismo. Y, como dejó observado Ortega, cuando un pueblo es víctima prolongada de un mal gobierno no puede decirse tanto que lo sufre como que lo desea.

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