Estrella Digital 17/03/2008 - OPINIÓN: La cólera de Aguirre y la soledad de Rajoy por Manuel Martín Ferrand“¡Cuantas veces se pasa uno al enemigo por huir de los amigos...!”
Jacinto Benavente
La portentosa máquina de propaganda que maneja José Luis Rodríguez Zapatero, tan eficaz como torticera, ha conseguido que, tras las elecciones del 9-M, estemos todos hablando del PP y sus miserias. Una vez más José Blanco y sus cerebros asociados, han sido capaces de que, incluso los espíritus más críticos, centren su atención en el perdedor de los comicios y no, como sería más lógico y de mayor provecho para el análisis, en el vencedor que, por serlo, seguirá gobernando (?) España durante los próximos cuatro años. Cuatro por lo menos.
La victoria socialista no borra las calamidades acumuladas en la última legislatura, que fueron muchas y que, además de debilitar al Estado y enflaquecer la Nación, tienen en veremos el sentido de la Constitución del 78. No importa. Los estrategas del PSOE, maestros en el disimulo, han concentrado el foco de la atención en las peripecias y tribulaciones del perdedor. Zapatero piensa, eso dicen, y no es cosa de entretenerle cuando lo hace. De sus cábalas saldrá un nue-vo Gobierno y, visto lo que hemos visto —¡y lo que electo-ralmente funciona!—, será muy difícil que tenga un reparto tan risible como el anterior. ¿Dónde va a encontrar Zapatero personajes tan cómicos como la inútil y locuaz Magdalena Álvarez, el agresivo y tonante Mariano Fernández Bermejo o el suplantador y falsario Bernat Soria? Mantener el nivel del Gobierno que le condujo al éxito electoral no será tarea fácil.
Tampoco es cosa de ponerse en contra de los vientos dominantes. Es decir, que si hay que hablar del PP se habla del PP. El junco resiste los huracanes mejor que el roble.
El PP perdió las elecciones, algo evidente que no todos sus dirigentes han acabo de entender y digerir. Creció, es verdad, en un millón de votos; pero la distancia que le separa del PSOE es la misma que en 2.004. Tiene pendiente un Congreso, que ya cursa con retraso, y a él debemos referirnos. Mientras llega, llama la atención la soledad de Mariano Rajoy. Su mujer, Elvira Fernández Balboa, es un ángel; pero no es a esa compañía a la que me refiero. En lo público, el equipo que ha caducado con las elecciones no era el suyo, según su propia declaración, y el equipo sustituto está por llegar. Suenan, y suenan bien, nombres como los de Pío García Escudero o Soraya Sáenz de Santamaría; pero no se han ido, salvo el apunte de mutis de Eduardo Zaplana, quienes ya deberían haberlo hecho.
Con los datos que hoy podemos manejar, el que Rajoy llegue a ser presidente del Gobierno de España depende básicamente de la capacidad para el error de Zapatero, que es mucha; pero también de la incapacidad de sus mecanismos de propaganda —del partido y del Gobierno— a los que no se les puede apuntar un solo fallo en el último cuatrienio. Seguramente Rajoy no es el hombre para ese trabajo; pero, ya digo, faltan tres meses para el Congreso que, en puridad, debe decidirlo. Tres meses muy importantes porque en ellos, y ese es el riesgo que todos corremos, Zapatero trazará la línea que ha de regir el pulso de la legislatura naciente.
En el ámbito del PP, aparte del valor ascendente de Francisco Camps y de algunos otros barones regionales, llama la atención el “arrepentimiento” de Alberto Ruiz Gallardón que ha decidido continuar en su puesto. También la cólera, no siempre oculta, de la gran perdedora en la absurda carrera de insidias con pretensión de relevo que debilitó al PP en los últimos meses, Esperanza Aguirre.
Aunque la presidenta de la Comunidad de Madrid tenga fama de buena tiradora, en esta ocasión todos los tiros que ha disparado le han salido por la culata. Debe tener el hombro hecho polvo de tanto impacto. Trató de impedir la posibilidad de que Gallardón optara a la sucesión de Rajoy y se pu-so en evidencia. Hizo algo que nunca, ni con el tiempo, se llega a perdonar en un grupo cerrado, como es un partido político. Pronuncio el fatídico, y muy hispano, “o ese o yo” y eso no lo aguanta ni Mariano Rajoy. Aguirre está como una pantera y, siempre rodeada de malas compañías, con el coro de la COPE y El Mundo inspirándole la melodía, terminará desafinando más de lo que viene haciendo. Será una lástima porque tanto Gallardón como ella son dos valores políticos de incuestionables condiciones. Huir de los amigos es más difícil que hacerlo de los enemigos. Y más comprometido.
lunes, 17 de marzo de 2008
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