«Por 5 minutos de placer nos destrozan la vida»
«Quiero transmitir un mensaje a los hombres. Quiero decirles que por buscar cinco minutos de placer, nos han destrozado la vida». Este es el testimonio de una de las 200 niñas rescatadas de la esclavitud sexual que tratan de rehacer su vida en el Centro «Tom Dy» de la capital camboyana, financiado por Cooperación Española y que ayer visitó Su Majestad la Reina. Con la voz quebrada y los ojos inundados de lágrimas, esta niña, de apenas 12, expuso ayer a Doña Sofía el horror que les tocó vivir cuando sus padres las vendieron por dinero y las obligaron a prostituirse.
Mientras la escuchaban, algunas de sus compañeras acunaban cariñosamente a sus hijos. Unos bebés, fruto de esas relaciones forzadas, que más bien parecían sus muñecos, o sus hermanos pequeños. Junto a ellos, una niña de cinco años, la menor del centro, que también fue vendida a los burdeles por su familia. En algunos casos, «esos cinco minutos de placer» que buscaron «los hombres» en ellas, supuso también el contagio del virus del sida, que en Camboya es prácticamente una condena a muerte por la falta de medicamentos. «No sabían nada de la vida y ya no tienen vida», continuó el estremecedor relato.
Somali Mam
El Centro «Tom Dy» es uno de los tres centros creados por la premio Príncipe de Asturias Somali Mam, quien fue vendida como esclava sexual en varias ocasiones y obligada a ejercer la prostitución hasta que, en 1991, el que después se convirtió en su marido la rescató de los burdeles de Phnom Penh. Desde entonces Somali Mam, que tiene 38 años, decidió crear una fundación para ayudar a las mujeres y niñas que se encuentran en esta situación, y ya son cuatro mil las jóvenes que han recibido su ayuda. En Camboya, como en otros países asiáticos, está muy extendida la creencia de que mantener relaciones sexuales con una virgen aclara el color de la piel y trae prosperidad, por lo que existe una alta demanda interna de menores, a la que hay que sumar el turismo sexual.
Otra adolescente, nacida en Vietnam, contó ante Doña Sofía que fue vendida por sus padres cuando tenía doce años y que sus nuevos propietarios le aplicaban «descargas de electricidad» o la obligaban a comer «chile picante» cuando no les obedecía. A la pequeña la mantenían encerrada «en una jaula, durante el día, sin ver nunca la luz del sol» y por la noche la sacaban «cuando llegaban los clientes» del burdel. Cuando consiguió liberarse de esa pesadilla, aprendió a coser y trabajó en una fábrica, pero se enfrentó a una sociedad que la «miraba mal, como si fuera una prostituta». «Voy a llorar porque mi vida es muy triste», se lamentó.
Una de las niñas prefirió contar sus horrores a la Reina cantando una canción en lengua jemer, cuya letra traducida al español decía: «No tengo palabras para contar como mis padres quisieron venderme por dinero y obligarme a ejercer la prostitución. Fui tan despreciada por mis padres al nacer que ni las hormigas se me acercaban a picarme. Mi padre me vendió para poder comprar cerveza». Al oír su triste canción, después de los testimonios anteriores, la mayoría de las niñas empezaron a llorar en silencio, recordando su propia historia, y Doña Sofía trató de consolarlas con unas palabras de apoyo y afecto, pero también con besos y abrazos y, sobre todo, asegurándoles que la Fundación de Somali Man seguirá recibiendo ayuda española. Con su ternura habitual, la Reina logró cambiar pronto las lágrimas por sonrisas.
Allí mismo el director de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), Juan Pablo de Laiglesia, anunció que la fundación continuará recibiendo un apoyo sostenido de unos 300.000 euros anuales, de los 5,3 millones que destina nuestro país a proyectos desarrollados en Camboya.
La Reina continuará hoy su viaje de cooperación a Camboya y se trasladará a Battanbang, donde conocerá la labor que desarrolla monseñor Enrique Figaredo para ayudar a sobrevivir a los mutilados por las minas
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