España no va bien
MARIANO Rajoy tuvo el buen gusto de iniciar en Cádiz la campaña electoral tras la que espera instalarse en La Moncloa. Están, de una parte, las autonómicas de Andalucía, en las que Manuel Chaves puede llegar a batir un récord de permanencia en el poder democráticamente obtenido -¡viva la alternancia!- y, de otra, el arranque de los festejos conmemorativos de la Constitución de 1812. Ella es, como señaló el líder del PP, «la cuna de los grandes valores sobre los que se basa la nación española: igualdad, Estado de derecho, separación de poderes y soberanía popular». Claro está que no basta con dar una vuelta por la plaza de España gaditana, en donde se alzó -con cien años de retraso- el monumento a la Constitución de 1812, ni con llevar en el bolsillo una edición de lujo de «La riqueza de las naciones», de Adam Smith, para ser liberal. Del mismo modo que quod natura non dat, Salmantica non prestat, Cádiz no insufla por ósmosis lo que no late en el alma de quienes a ella van. Hay demasiada carga socialdemócrata, contagio de ambiente continental, en los supuestos modos, dichos y costumbres del partido que trata de reemplazar a los titulares de la socialdemocracia.
Como bien dijo Manuel Pizarro en la parodia de debate que le enfrentó a Pedro Solbes en Antena 3 -el periodismo no es así, lo hacen los periodistas y no los expertos en propaganda-, «España no va bien». Al margen de los empachos estadísticos con los que unos y otros tratan de tener razón sin explicitar el pormenor y la singularidad de sus ofertas de gobierno futuro, la legislatura que concluye la ha dejado hecha unos zorros. Ni una Nación tan vieja, recia y sólida como la nuestra, tan acostumbrada al disparate gubernamental, la pasividad ciudadana y la inoperancia de la oposición, puede asimilar el vaciamiento de los contenidos fundamentales del Estado, el engallamiento pendenciero de los partidos separatistas y la tolerancia, disimulada o no, con quienes confunden la política con el asesinato y han convertido las pistolas, la dinamita y la extorsión en herramientas de trabajo.
España no va bien, cierto; pero no será el deseable incremento de las tasas de ocupación y empleo, la benéfica reducción de la inflación o un mayor y mejor estructurado índice de crecimiento económico lo que mejore sustancialmente la situación actual. No es sólo una óptima gestión económica lo que puede enderezar el torcido rumbo de España. Hacen falta soluciones políticas y voluntad patriótica -con perdón por el uso de una palabra fundamental que ofende a los partidos centrífugos- para devolverle el pulso a una Nación que lo ha perdido, un poco en el 96 y otro tanto en 2004, por la única razón de fondo de que los dos grandes partidos «nacionales», cortos de mayoría, pudieran trepar por la cucaña del poder.
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