miércoles, 27 de febrero de 2008

ABC.es: opinion - firmas - La sucursal

ABC.es: opinion - firmas - La sucursalIGNACIO CAMACHO
ANDALUCÍA tiene desde hace un año un Estatuto de máximos que la convierte en una pequeña nación, un miniestado de la señorita Pepis, pero sus ciudadanos permanecen condenados a la subsidiariedad política. Desde que en 1994 perdiese la mayoría absoluta tras convocar unos comicios autonómicos por separado, Manuel Chaves decidió solapar el debate de su propia gestión parapetándose tras el fragor de las elecciones generales, que utiliza como burladero para evitar que los andaluces evalúen en solitario el balance de un régimen acostumbrado a perpetuarse a sí mismo.
A Chaves le molesta que se destaque lo que él ha instituido como su mayor logro político: la implantación de un sistema de dependencia clientelar que le garantiza una cómoda hegemonía sin sobresaltos. La presencia invasiva del sector público en la vida cotidiana y el control de la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de sus mensajes le proporciona una formidable capacidad de permeabilización social, que ha conseguido la identificación casi completa de la autonomía con el partido que la gobierna desde hace un cuarto de siglo. En ese tiempo, los socialistas han establecido un dominio absoluto sobre todos los resortes de la sociedad civil, a la que han sometido a un proceso intensivo de ocupación política hasta liquidar cualquier atisbo de disidencia independiente. No hay territorio institucional, sindical, social o cultural que funcione al margen de la tutela omnímoda de la Junta. Ese tejido altamente esponjoso configura un confortable colchón sobre el que el PSOE se acuesta para reafirmar una y otra vez su supremacía electoral, ante un PP que no halla el modo de sobreponerse al hándicap de una desconfianza histórica. Sin embargo, la construcción de un poroso Estado del Bienestar levantado sobre transferencias de renta, procedentes de Europa y de otras comunidades españolas, no ha podido sacar a Andalucía de la cola de todas las estadísticas de desarrollo y convergencia. La autonomía no despega ni en PIB, ni en infraestructuras, ni en empleo, y encabeza el dudoso ranking del paro nacional, porque Chaves ha utilizado un inmenso caudal de recursos públicos para abotargar el impulso productivo acunándolo en largas derramas de subvenciones.
Cada 28 de febrero, un autocomplaciente ceremonial oficial conmemora la jornada del referéndum en que el pueblo andaluz ganó en un arrebato de rebeldía el derecho de igualdad con otras comunidades que pretendían una fractura nacional y una España de dos velocidades. Pero hace tiempo que la Junta decidió por su cuenta descolgarse de ese impulso reactivo para someterse por conveniencia a un sucursalismo político disfrazado con una retórica de autogobierno. La reiterada convocatoria de elecciones simultáneas es el preclaro -y triste- ejemplo de que el régimen chavista no está dispuesto a dejar suelto un solo cabo de dominancia ni a permitir siquiera un asomo de autonomía decisoria.

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