domingo, 24 de febrero de 2008

ABC.es: opinion - firmas - El voto sin fe

ABC.es: opinion - firmas - El voto sin fe
GNACIO CAMACHO
CON un Gobierno tan incompetente y sectario como el que hemos padecido, cualquier oposición menos ofuscada que el PP habría llegado a la campaña electoral en medio de un anhelo colectivo de alternancia y con una inaccesible ventaja de diez o doce puntos. Sensu contrario, cualquier Gobierno cohesionado por una mínima sensatez estaría en condiciones de barrer sin problemas a una oposición capaz de zancadillearse tan a menudo a sí misma. La tragedia de estas elecciones es que se enfrentan dos fuerzas lastradas por una legislatura desquiciada y sin rumbo, en la que cada despropósito aventurerista del poder ha gozado del beneficio de los errores de su adversario. El peor PSOE de la democracia contra el PP menos lúcido; la izquierda más rupturista contra la derecha más azarosa; el presidente más inepto contra la alternativa más débil. Un duelo de liderazgos escleróticos en el que los ciudadanos sólo tienen la posibilidad de optar por el menos malo.
En la letra pequeña de las encuestas, la que sirve para pulsar los estados de ánimo del electorado, se aprecia con claridad una considerable desgana, un desaliento manifiesto, un desengaño palpable. La gente aprecia con desilusión el desencuentro institucional, siente amargura e impotencia ante la crispación, desconfía más que nunca del interés de la dirigencia por sus problemas reales y evalúa a unos y otros con alarmante pesimismo. En teoría, este panorama debería desembocar en una alta abstención, pero es probable que al final se active la vis polémica española y los políticos se salven del castigo por la necesidad que el pueblo siente de encontrar una salida. Sea como fuere, se tratará de un voto desencantado, a regañadientes, un voto en negativo quizá más motivado por el desapego hacia los otros que por el estímulo natural de la opción propia. Nunca ha existido en este país tan poco entusiasmo entre los electores por quienes representan sus intereses o sus ideas.
Ganará el menos malo, o el que cometa menos errores en una campaña que los socialistas tratan de convertir en una reyerta bronca y cenagosa, a falta de gestión que vender o de confianza que ganar. Frente a esa propuesta pendenciera, el Partido Popular ha emergido con propuestas sólidas e iniciativas razonables, pero queda por ver que esa lucidez de última hora pueda borrar la sombra de cuatro años trabados por el radicalismo y las trifulcas. En condiciones normales, la liquidación de este mandato para olvidar debería constituir una imperativa cuestión de salud pública, pero el empate de los sondeos indica que los españoles tienen tan poca fe en sus gobernantes como en su relevo. El PSOE goza de la prima del poder y de la reticencia de los ciudadanos a rectificarse a sí mismos. La insolvencia de Zapatero les atribula, pero la debilidad de Rajoy les resta estímulo. Eso sí, el candidato del PP satisface más a sus votantes que el del PSOE a los suyos. Para saber si eso es una esperanza habrá que aguardar a que se abran las urnas. Sería triste que al final prevaleciera el instinto conservador y el cambio naufragase por miedo al vacío.

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