miércoles, 20 de febrero de 2008

ABC.es: opinion - editorial - Adoctrinar para crear «tensión»

ABC.es: opinion - editorial - Adoctrinar para crear «tensión»
Adoctrinar para crear «tensión»
BAJO el título «Líneas de discurso para la campaña», el PSOE ha distribuido un manual entre sus candidatos que les ordena colocar al PP en la extrema derecha y llamar «autoritario» a Mariano Rajoy. En pleno despliegue de coacciones antidemocráticas contra sus adversarios, los socialistas no tienen inconveniente en contribuir a esa «tensión» que pedía Rodríguez Zapatero, aunque en este caso utilizan el eufemismo «ganar en contundencia». Todo son descalificaciones hacia el PP y su líder, tachando su discurso de populista, antisocial o hipócrita. Además de otras estrategias discutibles, Ferraz utiliza descaradamente el terrorismo como argumento electoral al hacer un recuento comparativo del número de muertos en las dos últimas legislaturas, a pesar de que lleva tiempo reprochando eso mismo al PP. En definitiva, los candidatos socialistas reciben instrucciones muy claras de que tienen que tratar al adversario como enemigo. Es una actitud inaceptable en democracia, puesto que el respeto a las reglas del juego resulta fundamental para garantizar la igualdad de condiciones entre quienes aspiran a obtener la confianza de los ciudadanos.
Esta política deliberada de crear tensión merece un serio reproche por parte de la opinión pública. En pocos días, María San Gil, Dolors Nadal y Rosa Díez han sido víctimas de la actitud intolerable de unos energúmenos totalitarios. En lugar de condenar tajantemente estos hechos, el PSOE insiste en la agresión verbal, con el único objetivo de movilizar al sector más radical de sus potenciales electores, que se muestra por ahora muy poco convencido. A falta de Irak, sirven los ataques a la Iglesia, la manipulación de las críticas ajenas o los falsos argumentos para situar a su rival en los márgenes del sistema. Se trata ni más ni menos que de reproducir a efectos electorales el Pacto de Tinell: todo vale con tal de excluir al PP por medio de un «cordón sanitario». Desaparece así cualquier posibilidad de política de Estado y se hace imposible el consenso entre los dos grandes partidos en cuestiones tan importantes como la lucha antiterrorista, la organización territorial, la política exterior o el ámbito educativo. La imagen de moderación que intenta transmitir Zapatero queda desmentida de forma rotunda cuando el partido que dirige procura por todos los medios dejar en fuera de juego a los diez millones de españoles que votan al PP. En cambio, aliados antisistema que rechazan la forma de estado y de gobierno, como es el caso notorio -pero no único- de ERC, se convierten en socios parlamentarios e incluso se elogia su contribución a la estabilidad política.
Crear tensión al servicio de intereses partidistas es una actitud profundamente rechazable en una democracia que proclama el pluralismo político como valor constitucional del máximo nivel. La discrepancia es, por supuesto, lícita y enriquece el debate, pero la descalificación, el insulto y la mentira interesada causan un grave daño a la legitimidad del sistema. Es evidente que el PP no está en la extrema derecha, que respeta escrupulosamente el principio mayoritario y que utiliza, como es natural, los instrumentos de crítica al Gobierno y presentación de alternativas que son consustanciales al régimen constitucional. Las coacciones y las amenazas verbales provocan un serio deterioro de la calidad de nuestro sistema electoral visto desde la perspectiva razonable de un modelo jurídico y político equiparable a las democracias más sólidas del mundo. Zapatero debe dar instrucciones de inmediato a sus subordinados para que cese esta campaña hostil hacia el PP. Los ciudadanos quieren escuchar argumentos y propuestas y exigen que el debate transcurra por cauces civilizados. Si se trata de un exceso de celo por parte de algunos que desean hacer méritos ante su jefe, el presidente del Gobierno tiene que desautorizarlos de inmediato. Si son órdenes directas de La Moncloa, Zapatero habrá perdido ante los españoles el poco crédito que le queda en materia de promoción del «buen talante» frente a la imaginaria «crispación».

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