miércoles, 20 de febrero de 2008

ABC.es: opinion - firmas - Que lo modere la ONU

ABC.es: opinion - firmas - Que lo modere la ONU
Que lo modere la ONU
IGNACIO CAMACHO
SÓLO ha faltado que acudan a la ONU para que organice el debate una brigada de cascos azules. Pero bueno, ¿esto qué es, un cara a cara de candidatos o una conferencia de paz para Oriente Medio? Es posible que israelíes y palestinos fuesen menos melindrosos para elegir un mediador de lo que PSOE y PP lo han sido para seleccionar al moderador que les dé turnos de palabra a Rajoy y a Zapatero. Menudo espectáculo: vetos, contravetos, etiquetas, marchamos de independencia ideológica... la próxima vez será mejor que llamen a un Premio Nobel de la Paz, o a la Fundación Henri Dunant, de la que ya se saben el teléfono.
Insisto: nos falta hábito democrático. Naturalidad, experiencia, rutina o eso que ahora se llama genéricamente «cultura». Cultura de debate, costumbre de confrontar en los medios sin parapetarse en el burladero de esos mítines diseñados a la mayor gloria de los candidatos. Una cosa tan elemental en cualquier sociedad política avanzada. Es sencillo: una televisión, o una organización corporativa, invita a los aspirantes, y éstos acuden, se sientan en un plató y comienzan a discutir sobre un temario acordado. A menudo incluso se someten a preguntas seleccionadas por un panel de entrevistadores de prestigio. Y ni se les ocurre preguntar si son amigos o enemigos; en las democracias de opinión, se da por sentado que se trata de profesionales. Al fin y al cabo, al presidente del Parlamento tampoco se le elige por sorteo. Ni siquiera por consenso.
Lo que han hecho los estrategas de nuestros dos principales partidos es una ofensa a la profesionalidad colectiva del periodismo. Poner en duda la imparcialidad de un comunicador a la hora de presentar y dirigir un debate, o de una cadena pública o privada para organizarlo, constituye un insulto a los principios de la libertad de prensa. Esta gente confunde neutralidad con independencia, y piensa que todo el mundo es tan sectario como ellos. No les basta con encorsetar cualquier atisbo de flexibilidad en el debate, ni con cerrar toda rendija que pueda ocasionar un imprevisto, ni con emitir una señal única como si fuese el mensaje real de Nochebuena; pretenden encajonar el encuentro, convertirlo en una mera sucesión de bustos parlantes, con un moderador transparente y a ser posible amordazado. No contentos con inmovilizarlo en un estrechísimo marco de actuación, se permiten seleccionarlo con una criba en régimen de autoservicio, olisqueando hasta los matices de su perfume: éste no que es de derechas; éste tampoco, que una vez me negó un favor; aquélla menos, que me hizo una pregunta indiscreta. ¿Pero qué se han creído? ¿De veras piensan que un profesional de primer nivel se va a jugar su prestigio con un arbitraje parcial o casero? ¿Por qué no ponen a un muñeco y se administran ellos mismos los tiempos?
Probablemente lo harían, si pudiesen. Porque están agarrotados de miedo, un pavor abismal y atávico, una desconfianza incontrolable hacia los usos comunes de la libertad. Esconden con disfraces de quisquillosa neutralidad su pánico al criterio independiente, su mal encubierto recelo al contraste. Pero si ése es el concepto que tienen del periodismo libre, que no se extrañen después del que éste refleja de ellos.

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